Massa vs Milei: los factores decisivos para el ballotage

El análisis del sociólogo Fernando Chiesa sobre la remontada de Massa, la paradoja del voto económico, el viraje de Milei y los factores decisivos para el ballotage.

Por Fernando Chiesa, sociólogo y director de Focus Research

Javier Milei no ha dudado en describir estas elecciones como las más importantes de los últimos 100 años. Para él y un significativo grupo de sus seguidores, éste es el momento decisivo para desmantelar décadas de intervencionismo estatal y liberarse del yugo de “la casta”, refundando un sistema que consideran fallido. Sin embargo, los resultados de octubre -que no cumplieron las expectativas libertarias- sitúan a Milei en la difícil encrucijada de reducir la incertidumbre sobre el rumbo de un eventual mandato entre los votantes que necesita sumar de cara al ballotage, al tiempo que intenta mantener el respaldo de los electores que lo impulsaron a la segunda vuelta. No pocos de esos seguidores de la primera hora observan con perplejidad el abrazo a sectores políticos que, hasta ahora, eran blanco de sus críticas más vehementes.

Por su parte, Sergio Massa, revitalizado por una histórica remontada el pasado 22 de octubre, aspira a convencer a los argentinos de que puede ser el arquitecto de la unidad nacional -una idea invocada por muchos otros antes- y cerrar la profunda grieta que ha separado a los argentinos por más de 15 años. Este desafío lo enfrenta en medio de una crisis socioeconómica con una pobreza que alcanza al 40% de la población y niveles de inflación que no se registraban desde hace treinta años.

En este entramado de estrategias y recálculos, surge una interrogante crítico:  ¿qué factores determinarán el resultado del inminente balotaje del 19 de noviembre?

El camino desde las PASO

El camino desde las PASO hasta las generales estuvo marcado por un hito en la historia electoral argentina desde la instauración de las primarias en 2011: se registró un incremento en la participación sin precedentes, con un salto notable de 8 puntos que elevó el número de votantes de 24 a 27 millones, equivalente a sumar a la totalidad de los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires. Este aumento en la participación no vino solo: se acompañó de la mayor disminución de votos en blanco entre las primarias y las generales desde que existen las PASO, lo que representó 500.000 votos adicionales que se orientaron hacia candidatos específicos.

En los diversos análisis post-electorales, se ha especulado que el electorado de Larreta en las PASO se volcó a favor de Unión por la Patria en las generales, entre otras hipótesis de migración de votos.  Sin embargo, un examen más cuidadoso de los datos sugiere que el aumento de 3 millones de votos de UxP se correlaciona más estrechamente con el incremento general en la participación electoral, complementada por el aporte de 500.000 votos que, en la instancia previa, habían sido en blanco. El descenso de 400.000 votos que experimentó Juntos por el Cambio entre las PASO y las generales no son matemáticamente suficientes para explicar el crecimiento en el respaldo a Massa, ni los 700.000 votos adicionales que recibió Milei.

Un exTransferencia de votos - Andy Tow - Alejandro Baranekcelente trabajo de inferencia estadística llevado a cabo por Andy Tow y Alejandro Baranek (ver cuadro de la izquierda), que examinó la variación de votos en todas las mesas del país entre las elecciones de agosto y octubre, refuerza esta hipótesis. El estudio señala que Bullrich retuvo la gran mayoría de los votos de Larreta, y que el incremento en los votos hacia Massa y Milei proviene en su mayor parte de aquellos votantes que no habían participado en las PASO.

Massa no solo consiguió relegar a Milei al segundo lugar en cinco distritos, cuatro de ellos patagónicos, sino que también registró sus mayores incrementos de votos en zonas de bajos ingresos, áreas donde Milei había sorprendido con fuertes resultados en las PASO.  ¿Qué factores impulsaron este incremento de participación que excedió las proyecciones? Por un lado, la intensificación del trabajo territorial de movilización; por el otro, una comunicación política que utilizó el temor como herramienta estratégica. Resultaron particularmente efectivas las piezas de comunicación comparativas que resaltaban los posibles incrementos en los costos de servicios básicos como el transporte y la salud bajo las potenciales gestiones de Bullrich y Milei. Difundidas masivamente en el tramo final de la campaña, estas piezas no sólo lograron una viralización notable, sino que también marcaron agenda:  el esfuerzo del equipo de campaña de Milei tras las PASO por desmentir estas afirmaciones, son indicativas del alcance y el impacto que han tenido en el electorado.

La paradoja del voto económico.

El análisis del comportamiento electoral abarca una diversidad de perspectivas interpretativas, que van desde la consideración de factores sociológicos hasta el análisis de variables psicosociales y el enfoque de la elección racional, donde el votante es visto como un agente que evalúa estratégicamente los medios y fines antes de tomar una decisión. En este marco, el voto económico es un comportamiento electoral que emerge en ciertas coyunturas y evidencia una dualidad analítica, es retrospectivo cuando evalúa la gestión económica pasada del gobierno y es prospectivo al considerar expectativas futuras y propuestas programáticas. Este voto puede ser, además, egotrópico, al priorizar el impacto directo en el bienestar personal, o sociotrópico, al centrarse en el bienestar colectivo, siendo el egotrópico retrospectivo el que suele prevalecer en las democracias modernas.

En América Latina, como plantea Fabián Echegaray, los electores se caracterizan por ser “ingratos frente a un gobierno responsable por un panorama positivo de la economía e impacientes a la hora de castigar al oficialismo por condiciones negativas”, es decir, existe un mayor peso del voto económico en contextos de insatisfacción que en aquellos de aprobación. Pero existen excepciones a esta regla: cuando los electores consideran que el gobierno no es responsable de la coyuntura económica, el efecto del voto económico puede atenuarse. Un caso emblemático de este fenómeno fue la reelección de Carlos Menem en 1995, a pesar de las repercusiones económicas del ‘Efecto Tequila’: la opinión pública pareció exculpar al presidente de la responsabilidad económica. Así, el voto económico se activa o se inhibe según la responsabilidad que los votantes asignan al gobierno de turno sobre la situación económica actual y esperada.

El caso de Sergio Massa ilustra otra anomalía intrigante en el comportamiento electoral contemporáneo. A pesar de que el Índice de Confianza en el Gobierno (ICG) —un termómetro diseñado por la Universidad de Di Tella que ha mantenido una correlación frecuente con el desempeño electoral de los gobiernos de turno — anticipaba un escenario electoral adverso para el oficialismo, reflejando su valor más bajo en más de dos décadas un mes antes del 22 de octubre, Massa logró una recuperación notoria en las urnas, superando en más de 10 puntos los resultados previos de agosto. Esto insinúa que los electores no vincularon a Massa directamente con la crisis económica vigente, quizás debido a una focalización de la culpa en la figura presidencial que mantiene índices altísimos de imagen negativa. Este fenómeno sugiere una disociación entre la confianza general en el gobierno y la valoración de figuras individuales dentro del mismo, lo cual obliga a repensar la lógica tradicional del voto económico.

De cara al ballotage: estrategias y expectativas.

De cara al ballotage, emergen nuevos interrogantes, entre ellos la posibilidad de revertir el resultado de la primera vuelta. Mario Riorda señala al respecto que, históricamente, en 40 de los últimos 60 ballotages en América Latina, prevaleció el candidato que ganó las elecciones generales, lo que constituye aproximadamente un 67% de los casos.

Respecto a la participación electoral, se podría presuponer que no tendría un efecto determinante. Los datos históricos indican que, en América Latina, las variaciones en la participación entre elecciones generales y ballotages presidenciales no son tan marcadas como las que se observan entre las PASO y las elecciones generales en Argentina. Por ejemplo, en naciones como Chile y Uruguay, la discrepancia en la participación rara vez supera el punto porcentual.

De todos modos, es importante considerar qué elementos podrían influir para que la participación se convierta en un factor decisivo. Entre estos destacan la polarización, la percepción de competitividad entre los candidatos y el grado en que los votantes se sientan representados son elementos clave.

Con respecto a la competitividad, si en la primera vuelta hubo diferencias escasas entre los candidatos que entran al ballotage, o si hay una percepción de que cualquiera de los candidatos puede ganar, es más probable que los votantes participen.

Por otro lado, si los candidatos en la segunda vuelta tienen visiones y propuestas claramente distintas, generando una polarización que active clivajes sociales subyacentes, la motivación para votar puede intensificarse empujando a los ciudadanos a participar para apoyar la opción que más se alinea con sus convicciones y evitar un triunfo del contrario.

En cuanto a la representatividad, si los votantes perciben que ninguno de los aspirantes refleja sus intereses o posturas, es posible que su inclinación a no participar aumente, o que si asisten a votar, sufraguen en blanco o anulen su voto.  

La batalla discursiva y el framing

En la recta final hacia el ballotage, la capacidad para fijar la agenda pública (agenda setting), el condicionamiento (priming) y, sobre todo, la manera en que se presentan y se encuadran los temas de campaña (framing), constituyen recursos determinantes en la formación de la opinión pública. ¿De qué manera? Estableciendo el marco interpretativo e influyendo en el significado que los electores le darán a la elección, lo cual puede tener un efecto significativo en la orientación del voto.

En este sentido, Javier Milei concentra sus esfuerzos de campaña en presentar la elección como el capítulo final del enfrentamiento entre kirchnerismo y antikirchnerismo, con la esperanza de ganar el apoyo de los electores de Juntos por el Cambio para quienes este eje de confrontación es fundamental. Sin embargo, parece haber bajado su intensidad y moderado su tono, luego de la reacción adversa a una serie de acciones y declaraciones polémicas. La propuesta de Benegas Lynch de cortar lazos con el Vaticano, junto con la controvertida iniciativa de Lilla Lemoine sobre la renuncia de paternidad, y los comportamientos erráticos del propio Milei en una entrevista con Esteban Trebocq, resonaron en medios y redes sociales, alimentando las percepciones que Milei se esfuerza por revertir.

Javier Milei se encuentra entonces ante el desafío de proyectar la imagen de una futura gestión presidencial menos impredecible y al mismo tiempo no desencantar su base electoral más intransigente que condena cualquier tipo de acuerdo con la “casta política”, como los acercamientos que ya se iniciaron hacia el sector de Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Al mismo tiempo, la reticencia del radicalismo y de ciertos sectores del PRO a brindar un apoyo decidido a Milei en un hipotético ballotage revela un panorama político. En estas circunstancias, la probabilidad de un aumento del voto en blanco se perfila como un escenario cada vez más factible.

Frente a esta estrategia, Sergio Massa y ‘Unión por la Patria’ buscan distanciarse de una dicotomía que les juega en contra, apostando por la visión de un gobierno de “unidad nacional”, una síntesis dialéctica que pretende conectar con aquellos votantes que, si bien desean un cambio, advierten en Milei un riesgo demasiado grande, un salto hacia lo incierto. Esto podría implicar para Massa incorporar a su gabinete perfiles del radicalismo o del PRO que ayuden a desactivar la polarización kirchnerismo-antikirchnerismo. Al mismo tiempo, no hay más margen para incidentes como el reciente desabastecimiento de combustible, entendiendo que cualquier otro error puede ser determinante en una escenario tan cerrado, tal como lo indican las encuestas de Zubán Córdoba, Atlas Intel y Aresco.

El debate presidencial, que hasta ahora ha representado no mucho más que una plataforma para consolidar las posturas previamente adoptadas por los electores, puede adquirir una dimensión crítica en un contexto electoral tan ajustado, en el que parte del electorado espera definiciones claras. ¿Concretará Milei la dolarización de la economía? ¿Qué rol jugará Mauricio Macri en un eventual gobierno suyo? ¿Cómo se traducirán a la realidad las promesas de Massa de forjar un gobierno de «Unidad Nacional”? Las respuestas a estas preguntas pueden ser el eje sobre el cual giren las preferencias de los votantes indecisos y, por lo tanto, podrían ser determinantes en el resultado final de la elección.

Autor:

Fernando Chiesa

Sociólogo y director de Focus Research

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